lunes, 23 de marzo de 2015

NOTICIAS - Hallan en Arnao los restos de la primera línea de ferrocarril que hubo en España


La explotación de carbón mineral más antigua de la Península Ibérica, el primer pozo vertical y el primer castillete de Asturias y la única mina de Europa cuyas galerías se extienden kilómetros bajo el lecho marino, la mina de Arnao es una especie de saco sin fondo que no cesa de deparar sorpresas. La última, el hallazgo de un segmento de la vía férrea más antigua de España de la que se tiene constancia, unos carriles de hierro con sus correspondientes traviesas por los que ya rodaban vagones como mínimo en el año 1836, doce antes de que, en 1848, se inaugurase la hasta ahora considerada pionera, la línea Barcelona-Mataró, y al menos unos meses antes de que en noviembre de 1837 se abriese la que unía La Habana con Güines, el primer camino de hierro de Cuba, de España y de Hispanoamérica. Con todo, la de Arnao se utilizaba para transportar material, no pasaje, como las otras dos. También hay diferencias sustanciales en cuanto a longitud. La vía Barcelona-Mataró medía 28 kilómetros y la de Arnao se estima en unos 600 metros.

Como cualquier gran descubrimiento, plantea más preguntas de las que responde. ¿Cuál era su trazado? ¿Y su cometido? De momento no se sabe, pero una cosa parece clara. «Este hallazgo obligará a revisar los libros de texto. Ahora la cuna del ferrocarril está en Arnao», sentenció Iván Muñiz, historiador, codirector del equipo de arqueólogos que ha desenterrado los restos del antiguo Castillo de Gauzón -una ventana que arroja luz sobre uno de los períodos más oscuros de la historia de Asturias, la Alta Edad Media- y director cultural del Museo de la Mina de Arnao.

Está en la costa de Castrillón, en un arrecife formado hace 400 millones de años sobre una playa en la que en enero de 2014 aparecieron restos petrificados de árboles que poblaban la zona hace unos 300 millones, 90 antes de que los dinosaurios comenzasen a poblar la Tierra.

Fue ahí, en el acantilado, donde un vecino, José Luis Badallo, encontró un larguero de hierro incrustado en la tierra que le llamó poderosamente la atención. Al igual que sucedió con los árboles, la acción del mar fue quien desempolvo el tesoro. Erosionó la base del acantilado, provocó un derrumbe y, eureka, apareció el camino de hierro. Eureka porque aunque el azar tuvo mucho que ver, ya era conocido que Arnao escondía un viejo camino de hierro y Sadim, la empresa del Grupo Hunosa que explota turísticamente la mina, llevaba tiempo buscándolo. Lo que no se sabía es que era tan viejo, el más viejo de España. Unos nueve metros por encima del nivel de las olas, el lugar concreto del hallazgo no se revela, para evitar posibles expolios.

No son exactamente unos raíles como los hoy en día conocemos. Responden al modelo patentado en 1820 por el británico John Birkinshaw, inventor de los rieles forjados en hierro. Hasta entonces eran de madera, producto que en aquellos lejanos tiempos era más caro que el hierro. Uno de ellos, de 4,90 metros de longitud y ligeramente arqueado, fue extraído de la tierra y ya luce en el museo. Otros permanecen donde estaban, parcialmente a la vista, y constituyen el punto de partida de un trabajo arqueológico que se antoja arduo.

Tracción a sangre

Siguiendo la pista, puede que se llegue a conocer el trazado y el cometido del camino de hierro. Puede que sirviese para transportar el material de desecho y verterlo al mar o puede que mineral, puede que se internase bajo tierra a través de una segunda bocamina, a día de hoy no localizada, y que enlazase con las galerías o puede que terminase en una cercana pared, se desconoce.

Lo que sí está claro es la tracción, a sangre, uno o dos vagones tirados por la fuerza de caballos, mulas, bueyes o incluso personas. También está fuera de toda duda, según los autores del descubrimiento, que en 1836, es decir, doce antes de la inauguración de la línea Barcelona Mataró, igualmente traccionada a sangre en sus tres primeros trayectos, según manifestó Muñiz, ya había 600 metros de camino de hierro en Arnao. La afirmación se soporta en una serie de cartas y documentos rescatados por Guillermo Laine, director técnico de la mina de Arnao e ingeniero de Sadim, la empresa que además de gestionar la mina como atractivo turístico también se encargó de la rehabilitación del castillete y de las galerías. A día de hoy el recorrido subterráneo abierto al público es de unos 90 metros susceptibles, al menos, de triplicarse.

Laine halló el material escrito en los fondos de los archivos provinciales y de Asturiana de Zinc, heredera de la Real Compañía Asturiana de Minas, empresa de capital belga que en 1833 se hizo cargo de la explotación carbonífera. Hasta unos tres años estaba en manos de un avilesino, Juan Biesca, y tampoco se puede descartar que fuese él quien tuviese el honor de tender la primera línea de férrea de España. Aunque no demasiado probable, no deja de ser una hipótesis a tener en cuenta. De ahí la horquilla, entre 1820 y 1836.

En realidad los orígenes de la mina se remontan al año 1591 cuando Fray Agustín Montero, de Naveces, descubrió una piedra negra e informó al Rey Felipe II quien, sabedor de que Portugal, que entonces formaba parte de su corona, compraba carbón mineral para utilizarlo como combustible, respaldó el inicio de la explotación, ordenando que la producción se exportase a través del puerto de Avilés a Lisboa.

Era el principio de una historia que llegó a su punto álgido entre 1833 y 1915, cuando una filtración masiva de agua de mar obligó a clausurarla. Reabrió en 2013 como atractivo turístico, y se puede visitar de martes a domingo de 11 a 14 y de 16 a 18.30 horas, horario que se amplía en verano. 

Fuente: El comercio