martes, 10 de febrero de 2015

NOTICIAS - El AVE a la luna de Valencia, una privatización entre Pinto y Valdemoro


Si existía alguien verdaderamente interesado en subirse al negocio del AVE ése era José Manuel Lara, que además de edificar un gran imperio de comunicación había colocado también la primera piedra de un proyecto industrial orientado a explotar en abierta competencia con Renfe la línea de alta velocidad entre Madrid y Barcelona. Ana Pastor no se ha dejado convencer por el edecán del Grupo Planeta, el ubicuo Mauricio Casals, despachando a la postre una solución de compromiso para la privatización aislada del corredor a Levante que no deja de ser un pequeño brindis al sol de cara a la galería de un modelo de liberalización por el que ya realmente nadie da un euro a estas alturas del partido legislativo.

La designación de Julio Gómez-Pomar como secretario de Estado de Infraestructuras ha supuesto toda una declaración de intenciones por parte de la ministra de Fomento porque el antiguo presidente de Renfe no era precisamente uno de los promotores más encantados con abrir el AVE a la libre competencia. La transferencia de rentas al sector privado en una actividad que exige enormes esfuerzos de inversión pública para garantizar el llamado servicio universal representa un enorme cargo de conciencia para un directivo que ha ganado su más brillante reputación profesional al frente del viejo monopolio ferroviario. Gómez-Pomar tampoco se ha esmerado en disimular sus querencias y se ha llevado consigo al Ministerio a un ferroviario de toda la vida como Francisco Minayo, antiguo director general de Operaciones de Renfe.

Por si no fuera suficiente y para terminar de echar el frenazo aparece en escena un tercero en discordia dispuesto a ganarse la enemiga de tirios y troyanos. El presidente de Adif, Gonzalo Ferre, ha decidido ponerse el AVE por montera con tal de evitar que la disputa entre los galgos del Estado y los podencos del sector privado termine atropellando a esa gallina de los huevos de oro que supone el canon impuesto por la utilización de la vía férrea. El administrador de la infraestructura disfruta de una tasa de cobertura en la alta velocidad del 67%, un tesoro generado a expensas de Renfe y que permite a Cristóbal Montoro estar muy tranquilo a la hora de validar las cuentas públicas ante los funcionarios de la Comisión Europea.

El arrepentimiento de la ministra

Ana Pastor está escaldada de tantos pulsos con el colega de Hacienda y ha empezado a susurrar por los pasillos de Fomento su arrepentimiento ante un proceso de liberalización del que sólo se puede salir con los pies fríos y la cabeza caliente. Probablemente, si no fuera por el empeño con que se abordó el proyecto en vida de Lara ahora no habría ninguna razón política para poner en marcha una idea que se ha demostrado peregrina y cuyo desenlace tragicómico amenaza con hacer del ferrocarril patrio un singular campo de batalla con los grandes ‘national champions’ de Francia y Alemania. La SCNF y la Deutsche Bahn deben estar frotándose las manos, cuando no partiéndose de risa con la quijotada de esa privatización a la española que hace las delicias de las grandes multinacionales estatales de Europa.

Los eventuales competidores privados de Renfe, que tan felices se las prometían, han empezado a mostrar su decepción ante la imposibilidad de cuadrar unos planes de negocio con ciertos visos de rentabilidad. La CNMC, en su papel de supervisor mayor del Reino, ha echado otro jarro de agua fría tras denunciar las enormes asimetrías que pueden generarse en un mercado dominado ad eternum por el monopolio incumbente. Meterse en el túnel a oscuras del AVE tiene sus riesgos pero el mayor peligro reside en que una vez dentro será muy peligroso saltar en marcha y salir ileso del accidente. Mientras el Gobierno no amplíe el itinerario o despliegue la alfombra roja sobre el camino empedrado de balasto lo más prudente es sentarse en el andén y menear el abanico como Penélope a la espera de que llegue un nuevo tren.

La tupida red de intereses creados en torno a los sabrosos negocios que ofrece al Estado está empezando a ser destejida con cierto disimulo por sus mismos y defraudados promotores que no tienen muy claro si el experimento con gaseosa del AVE a Valencia y su pretendida liberalización va a reportar algún rédito político para Ana Pastor. La ministra puede sentirse gozosa de haber sacado adelante la mal llamada privatización de Aena, un éxito sin precedentes que ahora cuenta con múltiples padrinos pero que es fruto exclusivo de la perseverancia y tenacidad con que la madre coraje de Fomento ha sabido finalmente ganarse el favor de Mariano Rajoy.

A la espera del Consejo de Estado

Con triunfos como el de Aena no parece que sea conveniente doblar la apuesta forzando la máquina de una liberalización de clara con limón en el sector ferroviario. De ahí que Gómez-Pomar haya trasladado el peso de la decisión al todo influyente Álvaro Nadal, el zar económico de La Moncloa, que ahora tiene sobre la mesa la patata caliente de bajar definitivamente la barrera de ese corredor ferroviario que va de Madrid a Levante pero que en la agenda política del Gobierno está más bien situado entre Pinto y Valdemoro. Mientras el asesor presidencial deshoja la margarita, los técnicos ferroviarios esperan noticias del Consejo de Estado para poner en marcha el pliego de condiciones de un concurso que a este paso puede quedar más desierto que un erial, con el consiguiente fiasco institucional y no menor alborozo de Renfe.

La antigua red nacional de ferrocarriles está realmente de enhorabuena porque todos los movimientos de tierras efectuados para desregular el mercado han supuesto un enorme desengaño tanto en España como en Europa. El cuarto paquete reformista dispuesto por las autoridades de Bruselas constituye una verdadera involución del proceso de liberalización y ha llevado al Gobierno a curarse en salud en la redacción de la nueva Ley del Sector Ferroviario que estos días se cocina en los fogones del Ministerio de Fomento. La última versión del texto normativo guardado bajo siete llaves en la caja fuerte de Ana Pastor incluye una disposición adicional que abre la puerta a la configuración de un nuevo holding estatal encargado de coordinar la gestión de Renfe y Adif bajo un mismo paraguas de control jurídico y financiero.

La separación entre el operador del servicio y el administrador de la infraestructura ha aflorado excesivas ineficiencias y tampoco ha servido para estimular una sana competencia. La sola posibilidad de una vuelta a las andadas deja en evidencia muchos de los viejos dogmas resumidos bajo el lema de ‘privatiza que algo queda’. Los vientos de la crisis son demasiado fuertes y han arrancado de raíz el soporte neoliberal de una economía de cartas marcadas donde los ases siempre se reparten entre los mismos jugadores. Los enormes esfuerzos inversores y alguna que otra millonada de más enterrada en la alta velocidad ferroviaria han demostrado que quien mucho corre, pronto para. De ahí que el Gobierno no quiera tropezar de nuevo en la misma piedra de una excesiva precipitación. Antes que descarrilar con la privatización del AVE, mejor dejarla en vía muerta. 

Fuente: El Confidencial